La intervención no es una palabra desconocida, pero evoca a operación médica, a quirófano, a convalecencia… Para nosotros, los bomberos, la intervención es otra cosa.

Para nosotros es hacer algo una vez ocurrida la emergencia. Es cambiar la expectativa de lo que va a ocurrir, es invertir la evolución devastadora de un fuego para salvar una parte, la mayor parte posible, de aquello que está en peligro. Pretendemos proteger el patrimonio y la actividad de las personas y las empresas. Pero para que esa protección sea eficaz y conseguir que el deterioro sea mínimo hay que contar con el primer eslabón, esa persona cercana al incendio.

La intervención consiste en hacer algo, más allá de escapar, que sea fácil de ejecutar, seguro para quien lo haga y eficaz en la resolución de la emergencia.

Hacer algo es alertar, llamar a los servicios de emergencias, es recibir, es informar. Pero hacer algo, intervenir, también es cerrar una puerta antes de abandonar el escenario de la emergencia, para confinar el incendio. Hacer algo es sofocar un pequeño fuego, en su fase de conato, cuando aun está en el inicio, cubriéndolo con una ropa que tengamos a mano.

Todavía podemos dar un paso más. Parece complicado pero es especialmente fácil. Se trata del uso de los extintores. La aplicación del extintor sobre un fuego en los primeros momentos será suficiente para evitar que ocurra todo aquello que parece irremediable. Por eso es fundamental conocer las posibilidades de las personas y sus límites, que generalmente suelen ser de tiempo. Si actúas ahora se salva. Si esperas a los bomberos se pierde.

Lo importante, lo que debes saber, es que es fácil.